.
Querido Quevedo:
.....................He leído los fragmentos y el poema que gentilmente me enviaste. Y debo decirte que no llego a comprender por qué tu ensañamiento con mi nariz; sé que no es lo más agraciado que fundó mi madre en mí, pero tampoco llega al grado de distorsionar o bloquear mi visión, que ahí sí estaría de acuerdo en brindarle tiempo a mi llanto por la excesiva bondad de la naturaleza. Claro que al llorar las lágrimas se me deslizarían hacia los oídos, y además de algo ciego me convertiría en sordo.
Lo agradable del tamaño de mi nariz es que huelo más que el resto de la humanidad, o mejor dicho, acaparo más perfume que el resto y los que sienten la escasez de los aromas no pueden acusarme a mí de glotón, ya que fue la naturaleza quien decidió que la porción más grande me corresponda.
Sé también la intención de algunos de incriminarme en el delito de oledor compulsivo, queriéndome obligar por decreto a dejarme los bigotes para filtrar los olores; lo cual estoy completamente en contra, ya que sería algo así como un telón de teatro. Sería tal el tamaño de esos bigotes que me coaccionaría una paulatina inclinación hacia delante por el exceso de peso, hasta terminar de narices en el suelo; y esto ocasionaría un terremoto.
.....................He leído los fragmentos y el poema que gentilmente me enviaste. Y debo decirte que no llego a comprender por qué tu ensañamiento con mi nariz; sé que no es lo más agraciado que fundó mi madre en mí, pero tampoco llega al grado de distorsionar o bloquear mi visión, que ahí sí estaría de acuerdo en brindarle tiempo a mi llanto por la excesiva bondad de la naturaleza. Claro que al llorar las lágrimas se me deslizarían hacia los oídos, y además de algo ciego me convertiría en sordo.
Lo agradable del tamaño de mi nariz es que huelo más que el resto de la humanidad, o mejor dicho, acaparo más perfume que el resto y los que sienten la escasez de los aromas no pueden acusarme a mí de glotón, ya que fue la naturaleza quien decidió que la porción más grande me corresponda.
Sé también la intención de algunos de incriminarme en el delito de oledor compulsivo, queriéndome obligar por decreto a dejarme los bigotes para filtrar los olores; lo cual estoy completamente en contra, ya que sería algo así como un telón de teatro. Sería tal el tamaño de esos bigotes que me coaccionaría una paulatina inclinación hacia delante por el exceso de peso, hasta terminar de narices en el suelo; y esto ocasionaría un terremoto.
Debido a lo que anteriormente te expreso, te suplico intervengas y realices un nuevo texto tratando de resaltar alguna virtud sobre mi nariz, algo como que: por ella los menos agraciados que yo, no aspirar tanto olor desagradable al pasar junto a aguas estancadas si previamente he pasado yo. Realmente no sé, si de algo estoy seguro es que con tu claridad mental y nuestra amistad mediante, sabrás como defenderme.Infinitamente agradecido. Te mando cariños.
Anás.
A UNA NARIZ
..........................de Francisco de Quevedo
Anás.
A UNA NARIZ
..........................de Francisco de Quevedo
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un pez espada muy barbado.
Érase un reloj de sol mal encarado,
érase un alquitara pensativa,
érase un elefante boca ariba,
era Ovidio Nasón mas narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egipto,
las doce tribus de narices era.
Érase un naricísimo infinito,
muchísima nariz,
nariz tan fiera,
que en la cara de Anás fuera delito
.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario